miércoles, 4 de diciembre de 2013
Sarah Mansilla una mujer que vive sus sueños
Fuente: http://www.eldeber.com.bo/
De: Paura Rodriguez Léyton
La mayoría de las personas que la conocen la llaman Sarita, quizá porque es pequeña y dulce. Sarita Mansilla es una mujer de mucho entusiasmo, habla de sus proyectos con la fuerza que permite contagiarlos y ahora está empeñada en cumplir uno de sus mayores propósitos: lograr que la lectura llegue a cientos de niños y mejore su calidad de vida.
Sarita no siempre fue escritora, pero desde que era niña, tenía claro que lo que quería hacer en la vida era contribuir al bienestar de los demás. Así que desde la época de colegio, en el Santa Ana, se destacaba por ser una amiga solidaria y servicial.
Cuando salió bachiller tuvo la oportunidad de estudiar Enfermería en Canadá, gracias al contacto de una tía que vivía en aquel país. Para entonces, el proyecto era el adecuado para ella, una carrera de servicio y eso bastó para que se entregue de pleno a estudiarla. Fueron seis años de estudio. Luego de estar en Canadá pasó a hacer una especialidad en Estados Unidos, en un hospital en el que el tuvo como profesor al primer médico que realizó un trasplante de corazón en el mundo.
Con una gran formación académica volvió a Santa Cruz y comenzó a trabajar en la clínica Lourdes. Pronto se dio cuenta que todo lo aprendido no podía ser puesto en práctica. "Al final mi trabajo se redujo a poner inyecciones y tender las camas. Las enfermeras no tenían condiciones para trabajar. No era como ahora en que pueden desarrollarse profesionalmente", explica.
Pronto se casó con Eduardo Gutiérrez Sosa y ejerció por un tiempo más como enfermera, pero al cabo de dos años dejó su profesión.
No se quedó cruzada de brazos. Tenía que hacer algo y lo hizo sin descuidar a su familia -pues nacieron sus cuatro hijos- así que distribuyó su tiempo en educarlos y en sacar adelante el Vivero Sarita. "Fui jardinera, cultivé todo tipo de plantas, desde la semilla, las regué, aprendí a saber cuál es su proceso de crecimiento y los detalles que hacen a este oficio tan bello", recuerda.
Explica orgullosa que, por ejemplo, todas las palmeras que están alrededor del Palacio de Justicia nacieron de semilla en el viviero, que era uno de los primeros en la ciudad de Santa Cruz; surgieron otras ideas y demandas de los clientes que había que cubrir; por ejemplo, ayudarles a decorar su vivienda y sus jardínes y tener los implementos adecuados. Entonces nació una empresa de decoración que se llamó Decoraciones Sarita y en ella comenzó a funcionar una carpintería de muebles.
“Yo me encargaba personalmente de viajar a Buenos Aires y también iba a Brasil. Desde allí enviaba muebles y me cercioraba hasta el final de que estuvieran bien cargados en el tren. Siempre me ha gustado verificar que las cosas estén bien terminadas”, recuerda Sarita.
En ese tiempo había abundancia de madera, así que en su carpintería se hacían muebles de mara. Trabajó incansablemente en aquellas empresas, durante años en los que paralelamente crió a sus hijos.
“Primero estaba la familia y luego el trabajo. Siempre tuve todo el apoyo de mi esposo, y ahora aún más, pues nuestros hijos ya son independientes”, manifiesta.
En el tiempo de colegio de sus hijos, fue durante 13 años la presidenta de los padres de familia y recuerda que hubo un concurso para escribir la letra del himno del centro educativo. Ella se animó a concursar y ganó el primer premio. Ahora canta una estrofa con orgullo y piensa que esa fue una de sus primeras manifestaciones literarias. Luego continuó escribiendo, hacía artículos sobre plantas y jardinería para el periódico EL DEBER, y años después ganó un concurso literario convocado por el El Nuevo Día.
Su mamá
En 2001 cambió su vida drásticamente. Después de trabajar durante años, dejó todo para cuidar a su mamá, Willma, que inició el camino doloroso de una enfermedad terminal que le afectó los pulmones.
“Me dediqué íntegramente a atenderla y aprendí mucho de su fortaleza, pues ella asumió su situación con sabiduría”.
La figura de Willma es muy importante para Sarita, que es la hermana de cuatro hijos.
Willma quedó viuda a los 33 años, y luego de reponerse de la tristeza de la pérdida de su esposo, tuvo que pensar en la manera de cómo encarar su nueva vida a cargo de cuatro hijos.
“Vivíamos en una casa grande y ella decidió que la dejáramos para irnos donde la abuela. La vivienda grande fue dividida en varios departamentos pequeños que ella alquiló y nos mantuvo con eso”, recuerda.
Eso ocurrió cuando Sarita tenía 13 años. Menciona que en la década de los 60 hubo algunos hitos que comenzaron a proyectar el futuro crecimiento de la ciudad: en 1966 se puso la primera loseta, se inició la formación de Cordecruz y los jóvenes comenzaron a salir a otras ciudades y al exterior para estudiar, fue una época de apertura.
“A los 59 años quedé huérfana”, señala y asegura que fue uno de los momentos más difíciles de su vida. Sin embargo, también aprendió que había que reponerse y comenzar nuevamente.
“Hay que soñar con el ser y el hacer y no dejar que la duda afecte nuestros sueños”, dice.
En 2007 Sarita, que todavía estaba dedicada al cuidado de su mamá y también se había involucrado en la lucha cívica de Santa Cruz, en el Comité Cívico Femenino, en una coyuntura política muy complicada para el país y especialmente para el oriente boliviano, tuvo un accidente, en las oficinas del Comité Cívico, cuando trataba de colocar algo en un estante. El mueble se le vino encima y se rompió un tobillo. La operaron y estuvo tres meses en cama. Entonces, decidió escribir. Quería escribir un libro para que su mamá lo viera y para presentarlo en la Feria del Libro de Santa Cruz, en 2008.
El niño grillo
Así comenzó la historia de Benjamín, el niño grillo que creó, inspirada en la naturaleza y el trabajo de rescate de la música misional que realiza Cecilia Kening. “Toda nuestra maravillosa fauna, nuestros bosques, la mitología de nuestras culturas y nuestra historia. Tenía todo el ‘jane’ para mi libro”, evoca.
Así nació Benjamín, el más pequeño, y la escuela de música en las misteriosas serranías chiquitanas. Así la aventura literaria comenzó, ya hay cuatro tomos en los que Benjamín y otros personajes viven un sinfín de aventuras. Pero no todo quedó allí, el sueño de Sarita se hizo más grande, además de los libros, ha creado el Benjabus. Se trata de una biblioteca móvil que visita a los niños en los barrios alejados, y también ha instalado un revistero público en la pared del Club Social de la plaza 24 de Septiembre.
La historia del revistero
Para ella, que se confiesa una mujer de poca lectura, el revistero es algo muy especial. Cuando era niña y vivía en la casa de su abuela, entre las calles 24 de Septiembre y Celso Castedo, todos los días iba al revistero público, al fletarse revistas por unos centavos y leerlas al borde de la acera, en medio del bullicio callejero de la parada al Norte. No había acceso a los libros y lo que más le enriqueció la imaginación y la creatividad fueron esas lecturas y los cuentos y los relatos de sus mayores.
Fuente: http://www.eldeber.com.bo/paraellas/2013-12-04/notaparaellas.php?id=131204012909&fb_action_ids=10153552267460223&fb_action_types=og.likes&fb_source=other_multiline&action_object_map=[179460702249127]&action_type_map=[%22og.likes%22]&action_ref_map=[]
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