La posibilidad de anticipar el futuro, el comportamiento de las masas, o incluso el devenir de una guerra, ha debido mantener desvelado a muchos desde el origen de la humanidad; aquellos que construyen una máquina para lograrlo, podrían dominar el mundo entero. La novela “El Hombre”, ganadora del certamen Marcelo Quiroga Santa Cruz 2013 de Cochabamba, es un magnífico exponente del deseo humano por conocer de antemano el curso que la historia podría tomar en cualquier momento o lugar, un atributo impensable que se quiere alcanzar a como dé lugar.
El autor, Álvaro Pérez, supo engranar los procedimientos para logar ese fin en una historia acorde a los tiempos modernos, cuando los pormenores de la física y la informática ya son conocidos como invaluables herramientas al alcance de todos, pero más de aquellos privilegiados que pueden costear los recursos y las vidas humanas, en tamaño sacrificio para lograr ese fin. La novela es una representación moderna del mito del Toque de Midas, enseñándonos que las ambiciones llevan a algunos a su propia destrucción por todo cuanto se consigue con un precio desmedido. Y sin embargo, conocer el futuro de todos conlleva una violación de leyes morales incluso espirituales, que no puede acabar sin castigo.
El juego de la tecnología nos enseña otra vez que la creación puede superar a su creador, ofreciéndonos una advertencia filosófica sobre cuán lejos queremos llegar. El dilema se plantea, y la falta de moralidad sobrepasa a las necesidades de algunos, los más afortunados, en poder controlar todo lo que es posible. Luego uno se pregunta: ¿Quién traza la línea de lo que es admisible para el control social? Los países del mundo hallarían esa herramienta ideal para su buen gobierno, quitando a sus ciudadanos el libre albedrío al conocer de antemano lo que sus súbditos harían, suprimiendo o controlando todas las actividades que no hallaran admisibles.
“El Hombre” es una buena muestra de una novela epistolar, una colección de cartas y mensajes que atrapan al lector desde el principio. Otros ejemplos de esta variedad narrativa existen en “Drácula” de Bram Stoker, 1897; o “Intimas” de Adela Zamudio, 1913, en nuestro ámbito nacional. Esta suerte de narrativa usada en “El Hombre” no permite al lector poder crear un vínculo afectivo con cualquiera de los protagonistas, resulta imposible la idea de identificarse con algún personaje, ya que no hay espacio para ello, dejando el contenido como única fuente de interés, frío, plano e impersonal a veces. Sin embargo, la historia relatada no deja de ser escalofriante a cada vuelta de página, un verdadero festín para los encumbrados en la Ciencia Ficción, y sin duda para aquellos amantes de la tecnología en estos días apresurados.
Dennis Morales Iriarte
SUPERNOVA
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