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Hace un tiempo atrás escribí un ensayo sobre el escapismo, la denuncia social y la liberación como factores que emergen en la ciencia ficción y la narrativa fantástica, y esto trajo como consecuencia una serie de opiniones a favor y en contra, las mismas me hicieron repensar sobre el rol del escritor en la literatura en general y sobre todo en la literatura fantástica, y por delante del rol del escritor, frente a una sociedad abigarrada o compleja que por un lado se transforma y por otro lado cae en el anquilosamiento en estructuras que son caducas, aparece el rol activo o inactivo del lector y todo eso involucra a la toma de conciencia.
Inicialmente, podemos decir que no existe escritura neutra, donde el escritor escribe simplemente por escribir, y coloca en el papel lo que se le ocurre, sin necesariamente importar lo que piensa o siente el lector. En el momento en que un lector, ajeno al escritor, lee una obra, él es afectado en su ser organísmico desde un rango de leve a profundo. Sin embargo, si el libro se queda en la gaveta del escritor, entonces, el escritor “no ha escrito nada”.
Desde tiempos pasados, una buena parte de los escritores ha usado su pluma para defender la libertad, en todos sus sentidos. Otra pequeña parte, simplemente ha pretendido asumir una postura neutral, y otra parte, ha entrado en complicidad directa o indirecta con aquellos que han conculcado o conculcan todavía la libertad. Esto mismo ha ocurrido y ocurre dentro de la literatura fantástica, en menor o mayor grado. Hay escritores que no se inmutan en mostrar la degradación del sistema o de los sistemas, ya sea en el contexto de un capitalismo salvaje (que toma diferentes nombres en los relatos) o de un socialismo retrogrado o infantil (que también muestra distintos nombres). O también hay escritores que pretenden escribir con “neutralidad”, y muchas veces no se dan cuenta que al final caen en la red del sistema. Y por último, hay escritores que de forma ingenua o directa asumen defensa del sistema salvaje o retrogrado.
Hoy en día, en una sociedad mucho más compleja emergen otras variables y el escritor todavía puede usar su pluma para denunciar a los sistemas anquilosados o resaltar las potencialidades del ser o de una sociedad más justa, o simplemente puede ser un títere del sistema, y usa su pluma para engatusar a los lectores con historia banales, o elabora historias como para convencer al lector de que el sistema salvaje o el retrogrado es el mejor, puesto que para eso le pagan haciendo de él un “ingenuo” o un “agente encubierto”.
Actualmente ya no podemos ser ingenuos para pensar que todos los escritores son neutros y que escriben sus obras solamente para distraer a sus lectores. Aun la literatura infanto-juvenil traduce los elementos del sistema vigente, sin importar cual sea el sistema.
Para un análisis psicológico del comportamiento del escritor y del lector, y de la toma de conciencia me voy a permitir usar el enfoque gestáltico, en el cual tengo formación y experiencia como psicólogo.
Fuente: http://amazingstoriesmag.com/2014/03/psicologia-del-escritor-psicologia-del-lector-y-toma-de-conciencia-una-mirada-desde-la-gestalt-y-dentro-la-literatura-fantastica/
PSICOLOGÍA DEL ESCRITOR, PSICOLOGÍA DEL LECTOR Y TOMA DE CONCIENCIA: Una mirada desde la gestalt y dentro la literatura fantástica
Por: Iván Prado Sejas
Dentro de la literatura tenemos al escritor y al lector como dos personajes fundamentales en el proceso literario. Sin escritores no habría obras literarias, por lo tanto, tampoco habría lectores de relatos literarios, y al revés, sin lectores no habría escritores, ni obras literarias que puedan ser leídas; o sea, la literatura no existiría. Ella es posible gracias a la existencia del escritor que escribe las obras y del lector que las lee.
El escritor es aquel individuo que plasma en el espacio y en el tiempo una historia o un relato a partir de cómo él percibe la realidad o la irrealidad que le circunda. Esa percepción es interactiva puesto que el escritor va escudriñando las distintas dimensiones del entorno, ingresando en ellas y/o haciendo que ellas ingresen en su imaginario. Para escribir un relato el escritor usa distintas metodologías. Con una metodología estructural, el escritor diseña su historia, le da la forma y luego el contenido. Con la metodología intuitiva, por un lado, el escritor deja que su imaginación interna produzca el texto a través de “insigths” que le llegan a su mente concreta mientras él escribe, o el autor ingresa en la dimensión intuitiva y va captando con su mente las ideas que le vienen y las va plasmando en texto con la escritura. Así, el comportamiento del escritor comprende una macro función holística que abarca las funciones motoras, emocionales, mentales e intuitivas.
El escritor vive en un ambiente que le afecta en todo momento. Igualmente, el escritor afecta al entorno, a través del lector. Entonces, existe una interactividad continua organismo/entorno, conforme lo plantea la Gestalt. Si el entorno fuese “límpido”, “cristalino”, entonces, el escritor pondría todo de sí en su relato, y el entorno sería simplemente como un espejo. La historia sería un reflejo exacto de lo que el escritor piensa de la realidad. O de manera inversa, si el escritor fuera totalmente neutro, seguramente su historia reflejaría la realidad tal cual ella es. Sin embargo, ambos, individuo y entorno, se transforman y se tornan cada vez más abigarrados. El entorno en la medida en que la sociedad se desarrolla se convierte en un medio cada vez más complejo. Asimismo, en la persona que se desarrolla en una sociedad más compleja su ser organísmico y su campo organismo/entorno se enmarañan, por lo tanto, en la interactividad organismo/entorno emergen situaciones cada vez más complicadas. Y esto se da con mayor incidencia en el campo de la literatura fantástica (ya sea como ciencia ficción o como narrativa fantástica) donde el escritor no sólo trabaja en un universo conocido, sino que también ingresa en un multiverso, donde se presentan mundos desconocidos. Esto supone un mayor esfuerzo de parte del escritor para “leer” e interpretar nuevas realidades e investigar para darle sustento científico, histórico, social, político, cultural, mítico, espiritual, esotérico o de otro tipo, conforme el argumento de su relato.
En el transcurso de su vida el escritor, igual que todo individuo, configura en su cerebro distintos tipos de esquemas perceptivos. Estos esquemas o gestaltten influyen en su percepción y su comportamiento. En un desarrollo normal, el individuo asimila los datos que el medio le proporciona, y va haciendo parte de sí la información, en función de su experiencia e historia personal. Entonces, el escritor, como individuo, configura en su ser muchas gestaltten que influyen en su forma de ver el mundo, y en función de eso plasma sus historias y sus relatos. Si el escritor tiene la capacidad de darse cuenta, entonces, su producción refleja la realidad o la irrealidad, conforme ellas se presentan en todos los ámbitos o dimensiones. Si no tiene esa capacidad, el escritor reflejará de manera distorsionada la realidad, aun ingresando en el ámbito de la fantasía pura. En estas circunstancias, el escritor puede ser un agente de transformación o simplemente un agente de cristalización o cosificación.
Los relatos que el escritor elabora están llenos de historias tangibles o intangibles, reales o irreales, ficticias o autenticas, creíbles o increíbles, dentro de una gama multidimensional. Si bien el escritor se inventa historias cercanas a la realidad o crea mundos ficticios que van más allá de la realidad concreta, su anclaje es la realidad. Siendo la realidad que se vive el ancla de una obra, el lector comprende la misma; si no hubiera ese anclaje, no habría la interactividad del escritor con el lector. En esta situación, por ejemplo, el escritor de ciencia ficción puede plantear los avances técnicos más allá de lo existente, pero, en su relato esos avances tienen que tener una “objetividad”, una relación con la realidad, para ser inteligibles para el lector. Así, si el escritor de narrativa fantástica crea mundos, leyes, principios y seres que van más allá de la imaginación, en su relato tiene que “concretizarlos”, de tal forma que el lector pueda “verlos” en sus características singulares y “entender” sus comportamientos.
En la vida cotidiana el escritor también usa los mecanismos de resistencia, como cualquier individuo. Los mecanismos de resistencia, de a cuerdo al enfoque gestalt son: La Introyección ocurre cuando el individuo incorpora en sí mismo rasgos o característica de otros y que no le corresponden a él; la Proyección se genera cuando el individuo proyecta al entorno o a un individuo rasgos de su propia personalidad; la Retroflexión se da cuando el individuo se hace a sí mismo lo que desea hacer al otro, la Confluencia ocurre cuando el individuo no percibe una frontera clara entre él y el entorno, por lo tanto, no sabe lo que quiere o lo que no quiere; la Deflexión es una manera de esquivar el contacto directo con el otro; el Filtraje ocurre cuando el individuo tiene esquemas mentales demasiado rígidos. En este contexto, y usando los mecanismos de resistencia, se puede decir que aquello que se genera en la mente creativa de un escritor y es llevado al “papel” es una forma de proyección. El autor coloca en su obra partes de sí mismo, conforme él percibe la realidad o la irrealidad. Los esquemas perceptivos que se configuran en el cerebro del autor determinan su comportamiento, y por lo tanto, afectan en sus procesos emotivo-cognitivos. En el ámbito de lo fantástico, el autor prácticamente vuela por mundos imaginarios que se dibujan en su mente y se plasman en una obra.
Sin embargo, no todo lo que escribe el autor es proyección. El autor puede también tener una lectura del ambiente, y esos datos traducirlos en un relato. El escritor investiga, analiza y traduce la información en una novela o cuento. El autor, también puede usar la intuición, conforme Husserl lo plantea, para captar la realidad tal cual ella es. A través de la intuición las ideas emergen en la mente abstracta del escritor, y éste los traspasa hacia la mente concreta, para traducirlas y plasmarlas en un relato inteligible.
Otro mecanismo que un escritor puede utilizar es la introyección donde el individuo “se traga” aspectos que no hacen parte de su ser. Esto quiere decir que el escritor no asimila la información, simplemente lo mantiene como objeto extraño, pero, lo introyectado afecta en su conducta de escritor. Entonces, si el escritor es un sujeto que tiene muchos introyectos, entonces, en sus obras, reflejará más la irrealidad que la realidad. Este tipo de escritores pueden ser poco creativos, puesto que tratan de repetir lo que el entorno les dice, aunque piensen que ellos son los autores de las ideas. O sea, simplemente reflejan lo que los introyectos señalan. Los escritores que funcionan con introyectos tienden a ser simples repetidores del sistema vigente.
Otro aspecto importante en la psicología del escritor es la toma de conciencia. La toma de conciencia (awareness) es la habilidad de darse cuenta de la realidad interna o de la externa. El individuo que tiene capacidad de toma de conciencia, se da cuenta de sus sensaciones corporales, de sus sentimientos y emociones, de sus pensamientos e intuiciones. A partir de esa toma de conciencia, la persona puede manejar adecuadamente la manera de hacer contacto consigo mismo y con el entorno; puede asimilar mejor los conocimientos adquiridos y las vivencias alcanzadas. La toma de conciencia puede ser individual, social, ecológica y/o transpersonal.
Un escritor con capacidad de toma de conciencia se da cuenta de lo que pasa en su interior, se conoce a sí mismo (aunque ese conocimiento no sea perfecto), conoce sus sentimientos y pensamientos, y puede manejar los mismos conforme la situación o las situaciones que se le presentan en la vida cotidiana. Un escritor con poca capacidad de toma de conciencia, simplemente vive la vida conforme ella se va dando, y ve de forma concreta las cosas, más en términos de causa y efecto. (p.e. Me amas, te amo; me odias, te odio). El escritor que tiene capacidad de darse cuenta, normalmente es un sujeto que transforma (se transforma a sí mismo y transforma la sociedad). El escritor que tiene poca capacidad de toma de conciencia (o ninguna) es un sujeto que simplemente mantiene las cosas como están o conforme se van dando. Así, puede convertirse en un sujeto que cristaliza o cosifica las creencias, ideologías, costumbres, comportamientos, etc.
En la literatura fantástica, el escritor que transforma presenta obras que involucran cambios, grandes transformaciones, novedades sorprendentes, realidades oscuras y pesadas que dan lugar al nacimiento de nuevas dimensiones existenciales, muestran adelantos científicos, realidades del supramundo o del inframundo que clarifican la mente del lector. El escritor que cosifica presenta obras que promueven el “statu quo” en todos los ámbitos. Los laberintos presentes en su relato no tienen salida, y lo que queda es la autodestrucción o la destrucción de todo lo existente.
Haciendo una descripción fenomenológica y simbólica, el escritor sin capacidad de toma de conciencia agarra el diamante y lo convierte en carbón; el escritor con capacidad de toma de consciencia agarra el carbón y lo convierte en diamante. El escritor con habilidad de darse cuenta puede describir un jardín y mostrar la extraordinaria belleza de las flores, o puede describir en detalle un basural nauseabundo y convertirlo en abono en el momento culmine de su obra. El escritor sin habilidad de toma de conciencia describe los hechos o las circunstancias solamente por describirlas; su obra carece de esencia. Puede describir un jardín y, al rato, convertirlo en basura; puede describir las pasiones más bajas del ser humano, y hace creer que el hombre se reduce sólo a eso.
En el ámbito literario, no sólo está el escritor, autor de una obra, sino también el lector, quien da vigencia a la obra producida. El lector es aquel individuo que tiene el deseo de ir más allá de la realidad concreta, y para esto, agarra un libro (físico o digital) que relata hechos, lee su contenido y se encamina por el sendero que el escritor le muestra. El lector puede ser pasivo o activo. En algunos casos, el lector sigue al pie de la letra lo que sugiere el escritor. Simplemente va recreando el relato con su imaginación, y sigue pasivamente las pautas que le da el autor. En otros casos, el lector, con una mirada curiosa o crítica, desmenuza la historia presentada por el autor, se sumerge en el relato. Recorre a su propio ritmo el sendero que le presenta el relator. Suspende la lectura cuando él quiere, o continúa cuando él lo desea. Puede analizar de forma crítica el texto, si así él ve necesario, o simplemente se pone a leer por placer y disfruta de la lectura. En estos casos el lector es activo.
El lector puede también usar los mecanismos de resistencia, conforme la situación. Entonces, en algunos casos, puede asimilar la información, después de un proceso de análisis, o simplemente puede usar un tipo de proyección donde se identifica con los distintos personajes de la historia; puede usar la introyección, cuando se identifica con situaciones paradoxales, yendo en contra de otros aspectos suyos; puede utilizar el filtraje cuando tiene una forma de pensar rígida, y sólo acepta del libro aquello que coincide con su forma de pensar; puede usar la confluencia, cuando acepta sin chistar situaciones disimiles por sus esquemas perceptivos introyectados.
Igualmente, la toma de conciencia se puede dar o no en el lector. Si el lector tiene capacidad de toma de conciencia, se dará cuenta de la realidad o irrealidad inmersa en el texto; se dará cuenta de las congruencias o incongruencia del relato; analizará críticamente la historia, si así fuera necesario; se divertirá si el texto es sólo para diversión; contrastará su realidad interna con la realidad externa; buscará el crecimiento personal si el relato estimula la transformación; podrá criticar al escritor, en su estilo y narrativa; criticará el texto en función de su experiencia de vida y en función de su forma de ver la realidad o irrealidad; sacará sus propias conclusiones después de haber terminado de leer el relato.
Si el lector no tiene capacidad de toma de conciencia, o tiene muy poca, no se dará cuenta de lo que es real o irreal en el texto; no prestará atención a lo que está por detrás del contenido de la historia; no le interesará analizar, menos de forma crítica; si el lector es confluente, podrá ser demasiado influenciable por el escritor a través del relato; si es un introyector, podrá ser afectado por el relato en aquellos aspectos que los tiene como introyectos; si tiene filtros mentales, sólo aceptará aquel contenido que coincida con sus esquemas; si es un deflexivo, no logrará hacer contacto pleno con el contenido de la obra.
En el ámbito de la literatura universal y de la literatura fantástica en particular, hay obras y “obras”; de distinta calidad, de diferentes contenidos, de distintos propósitos y fines, y para distinto público lector. Hoy más que nunca abundan libros de todo tipo, y son millones y millones los que se producen en todo el mundo. El rango de calidad de las obras varia, asimismo, su contenido. Se produce en todos los géneros, y aparecen nuevos subgéneros. Entonces, tanto escritor como lector, tienen un ámbito literario vasto a su alcance. En ese ámbito se puede dar un contacto creativo entre el escritor y el lector, y la toma de conciencia facilita ese contacto. En la literatura fantástica, si el escritor tiene capacidad de toma de conciencia, seguramente su obra será transformadora, independiente del subgénero y del contenido. Y el lector de literatura fantástica, con capacidad de darse cuenta, podrá tamizar el contenido de toda obra que llegue a sus manos, independientemente de si es utópica, distópica, gótica, maravillosa, blanda, ciberpunk o de cualquier subgénero.
En la escritura también emerge la dualidad. Las polaridades están presentes en el contenido de las obras. Con toma de conciencia, el escritor puede hacer surgir su espíritu en su relato mostrando supramundos; como también puede proyectar sus emociones más bajas, creando mundos donde lo perverso y lo animalesco se conjugan en un juego lúdico. En este rango puede surgir el arte literario, puesto que el hombre es espíritu y materia. El carbón se convierte en diamante, y el diamante se difumina en la luz. Todo esto es parte de la dualidad humana. Dentro la ciencia ficción y la narrativa fantástica, el escritor puede levantar vuelo al ras, a medio plano o por espacios muy elevados o también puede nadar en aguas limpias, turbias o con lodazales. Y el lector se acopla a ese viaje esplendido, con conciencia y conforme su visión de la vida.
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